martes, 31 de octubre de 2017

La Nebulosa Cabeza de Bruja



  Nuestra civilización siempre ha tendido a dar nombres a objetos del cielo según íbamos encontrando cierta similitud con objetos cotidianos, cercanos o incluso propios de nuestra imaginación. Uno de estos casos es una nebulosa que puede captarse, a través de fotografías, y que tiene un enorme parecido a la cabeza de una bruja. A parte del nombre y de su estructura, el objeto es realmente fascinante.

La Nebulosa de la Cabeza de la Bruja, también conocida como NGC 1909 o IC 2118, se sitúa en la constelación de Eridano muy cerca de la estrella Rigel (la supergigante azul Beta Orionis). Se trata de una nebulosa que los astrónomos llaman como de reflexión. Estos objetos nebulosos están formados por una nube de polvo que refleja la energía de alguna estrella cercana. Normalmente, debido a la dispersión de la luz y al igual que el color del cielo, suelen tender a adquirir un color azulado. Algunas de las estrellas de las Pléyades también incorporar su propia nebulosa de reflexión.

"La Bruja" junto a la estrella Rigel de la constelación de Orión

Detalle de la localización de la nebulosa

"La Bruja", vamos a llamarle "cariñosamente" así, se sitúa a 1000 años luz de nosotros y ocupa una extensión de casi 50 años luz. Esta preciosa nebulosa se cree que refleja la luz de Rigel o, por el contrario, otras corrientes creen que puede tratarse del residuo de una supernova, si bien la primera opción parece ser la más acertada. Aunque es un objeto grande, mas de tres grados cuadrados, su observación visual no es nada fácil, a pesar de haber podido disfrutar de cielos muy oscuros, rara vez la he distinguido visualmente.y para captarla bien es necesario usar la fotografía en las noches de otoño y de invierno.  Hay que tener en cuenta que, desde el hemisferio norte, la "cabeza" aparece invertida (como puede comprobarse en la carta de localización), así que para poder ver el aspecto de "bruja" hay que invertir la imagen tanto horizontal como verticalmente.

La fotografía que encabeza el texto fue obtenida como suma de 12 fotografías sumadas cada una de las cuales tenía una exposición de 20 minutos. Se empleó una Canon 70D con un objetivo apocromático Borg de 36 mm y todo ello sobre la montura AVX de Celestron. La fotografía fue realizada en diciembre de 2015 en una noche de verdaderos sustos, pero de frío...



sábado, 28 de octubre de 2017

Papá, ¿Dónde están las estrellas verdes?

¿Ves alguna verde?


El pasado verano, desde una playa de esa prodigiosa ciudad milenaria que se llama Cádiz, hablaba con mis hijos sobre los colores de las estrellas. Veían el color rojo de Antares, el blanco-azulado de Vega, ese nítido azul plateado de Spica (me encantan los colores azul y plata...) o el característico color naranja de Arturo. En la tranquilidad de la noche y después de admirar los colores de las estrellas, uno de mis hijos me dijo "Papá, ¿dónde están las estrellas verdes?" Y como no, no hay mejor inspiración para escribir que la pregunta de un niño.


LOS COLORES DE LAS ESTRELLAS


¿Por qué las estrellas son de distinto color? Los colores que percibimos de las estrellas dependen de la temperatura en la superficie de las mismas. Hagamos un simil terrestre para entenderlo. Supongamos que calentamos una barra de hierro progresivamente. Cuando la barra alcance una buena temperatura comenzará a emitir en color rojo, posteriormente lo hará en naranja, luego adquirirá un color amarillo, luego blanco y finalmente azul. 

En Física, y por consiguiente en Astronomía, la temperatura se mide en grados Kelvin y su símbolo es K (273 grados K = 0 grados centígrados). Pues bien de la misma forma que en nuestra barra de hierro, las estrellas cuya superficie son más frías las verás de color rojo (aproximadamente unos 3000 Kelvin) y las azules sobrepasarán los 15000 K.  Recordemos que estamos observando la superficie de las estrellas, en su interior la temperatura es de millones de grados. Todo esto está muy bien pero ¿y las estrellas verdes?






¿POR QUÉ NO VEMOS ESTRELLAS VERDES?

Bien. Comencemos aclarando que todos los objetos emiten una cantidad de luz. Ya que empezamos por Cádiz, imagínate que la luz se desplaza como las olas del mar, a la distancia entre dos crestas de las olas le llamamos longitud de la onda. Dicha cantidad de luz tendrá una longitud de onda  que se diferenciarán según la temperatura a la que esté el objeto que emite dicha luz. Si el objeto está muy caliente su longitud de onda será más corta, si el objeto estuviese frío la longitud de onda será más larga. El ojo humano permite percibir colores que van desde el violeta hasta el rojo pasando por otros colores intermedios como vemos en el siguiente gráfico. Digamos que percibimos una longitud de onda entre los 300 y los 750 nanómetros. (Un nanómetro es la mil millonésima parte de un metro)

Espectro visible por el ojo humano

Sabemos entonces que cada color tiene una longitud de onda asociada la cual varía respecto a la temperatura que tenga dicho cuerpo. Traslademos todo esto a la superficie de las estrellas cuya luz es la que nos llega a nuestros ojos. Apoyémonos a continuación en el siguiente gráfico que expresa el brillo de un objeto frente a la longitud de onda.




Supongamos que estamos observando una estrella cuya temperatura en su superficie es de 6000 K la cual es una temperatura muy aproximada a la de nuestro Sol. El máximo puede comprobarse que se vería en la zona verde. ¿Y entonces? ¿Por qué no vemos al Sol con dicho color? Aquí deberemos detenernos en el hecho de que observamos el Sol en un máximo en el color verde pero también emite en otras longitudes de onda que se corresponden con colores como el rojo, el amarillo o el violeta y no en poca cantidad precísamente. Pero nuestros ojos se encargan de mezclar todos esos colores y mostrarnos el Sol de color blanco (¡y no amarillo!) Luego la primera parte de la explicación consiste en que las estrellas no solo emiten en un único color verde pero la segunda parte depende de nuestros ojos.


Conos y Bastones
Nuestra retina es una capa muy sensible a la luz, se trata  de una pequeña estructura compuesta por dos tipos de células muy sensibles a la luz, son las denominadas conos y bastones. Los bastones no son sensibles al color pero son los responsables de que veamos cuando hay niveles muy bajos de iluminación. Los conos, por el contrario, si son sensibles a los colores y se dividen en tres tipos, los que distinguen el verde, el azul y el rojo. Por ejemplo, si observamos un cielo azul los conos azules se estimularían completamente pero no lo harían ni los verdes ni los rojos y el cerebro lo interpreta correctamente como color azul. Si observáramos algo con una parte roja y otra verde pero nada azul se activarán los conos rojos y verdes y el cerebro interpretará el color como amarillo.






Esto es,si una estrella no puede emitir SOLAMENTE en color verde sino que lo hace también, en menor medida, en otros colores, los conos de nuestros ojos interpretarán que lo que estamos viendo NO es verde. La mezcla entre las propiedades de las estrellas y la estructura de nuestros ojos hacen que mis hijos, que también los son de las estrellas, no puedan ver ni dibujar estrellas verdes. A pesar de todo siempre es importante dibujar bien el cielo y darles color a las estrellas porque de nosotros dependerá como hagan su primera observación. Lo bueno de no percibir estrellas verdes es que ese color esperanzador está reservado a los niños y además es el color preferido de mi hijo mayor.